JUAN PEDRO, MARTIR DE LA VETERINARIA CUBANA.

 

La figura de Juan Pedro está presente hoy en cientos de veteri­narios del país. Desde los prime­ros momentos de la Revolución, su nombre se multiplica en nu­merosas obras de la educación y en especial de la Medicina Vete­rinaria.

La Asociación Cubana de Medicina Veterinaria, per­petúa su memoria todos los años y desde 1996, en acto solemne en el aniversa­rio de su caída, se hace entrega del Premio Juan Pedro Carbó Serviá, en el orden individual y colectivo, a destacados asociados de la medicina veterinaria, instituciones de base, producti­vas docentes y científicas.

MARTIR DE LA VETERINARIA CUBANA. RAZONES


 

Juan Pedro Carbó Serviá          

Líder indiscutible. Hombre cuya ac­ción traspasó las fronteras de Carlos III y Ayestarán, para convertirse en símbolo del estudiantado universitario que enfrentó re­sueltamente al tirano Batista en las calles de La Habana.

Nació en Remedios, en la antigua pro­vincia de Las Villas, el 21 de noviembre de 1926. Hijo único del Dr. Pedro R. Carbó, juez municipal, y de la señora María Serviá. ……Narra la periodista su asombro ante esta valerosa mujer y como durante el transcur­so de la entrevista, acabando de perder su único hijo en condiciones tan abruptas no derramaba lágrimas, ... “solo lamento que lo mataran indefenso, sin poder dar a sus verdugos una muestra del coraje y la rebeldía que le inculqué desde su cuna, el no haber estado a su lado para defenderlo como la leona defiende al cachorro, con uñas y dientes

Comienza y termina el Bachillerato en el Instituto de Remedios, con per­misos especiales por corta edad, sin saber lo que eran arrastres. Vino para la Universidad a estudiar Farmacia pero no concluyó el primer parcial (1942), ansiaba como todos los jóvenes de su edad conocer del mundo algo más que los libros, además su padre estaba delicado de salud y se tiene que hacer cargo de la familia. Después del fallecimiento de su progenitor se traslada con su madre y abuela para la Habana; la muerte del padre lo conmovió profunda­mente, lo hace reaccionar y vuelve de nuevo a los estudios. Matriculó Veteri­naria en el curso 1949-1950. El primero fue su año más mediocre, - comenta la madre- dos sobresalientes; Histología y Morfología, un notable, Anatomía; dos aprovechados, Química y Física; y el clásico aprobado en Disección. Estaba muy embullado, se hizo amigo de Alfonso Hernández, y juntos es­tudiaron con mucho entusiasmo la anatomía. Ya en segundo curso, con la situación política estable de aquel entonces y más aclimatado a la Escuela, los sobresalientes aumentaron a cuatro (Bacteriología, Zootécnica, Patología y Morfología) con tres aprovechados (Fisiología, Anatomía y Disección). Por esta época, ya su simpatía, su in­cansable afán de in­cursiones al campo femenino y su afán de servir a todo el que lo requería, le habían dado personalidad en la Escuela, salía dele­gado sin hacer la más mínima presión.

El 10 de marzo lo sorprende en tercer año con notas astro­nómicas en el primer parcial. Los que estu­vieron en la Escuela la tristemente célebre mañana, recordarán la cólera que lo en­volvió: aquel aconte­cimiento no solo iban a cambiar los destinos de Cuba, sino también el de aquel muchacho jovial y despreocupado que sería en un futuro no muy lejano de los enemigos más encarnizados y teme­rarios de la naciente dictadura. Vino la jura de la Constitución y Juan Pedro se va al interior a hacerla jurar en todos los ámbitos de la Isla, “lo detuvieron no sé cuántas veces y a su llegada lo increpé: perdiste el curso; todavía no, me respondió con la firmeza de siempre, y yo le creí, como no iba a hacerlo si jamás me dijo una mentira”. Obstetricia, Medicina Legal y Zootecnia, so­bresalientes, Patología General, notable, Podología, aprovechado, Patología Quirúrgica y Terapéutica, aprobado.

En el año 53 es de los más activos en la lucha estudiantil: las manifesta­ciones del 15 de enero, la de las antorchas, el entierro de Rubén, todas, son páginas en las que Carbó escribe renglones de heroísmo, su decisión y sangre fría son el comidillo en las filas estudiantiles. En la escuela se encuentra en la recta final, la certeza del fin trágico le hace concebir el título como un regalo póstumo a la sacrificada madre y se decide a echar el resto: Clínica Quirúr­gica es su noventa más bajo: NOVENTA PUNTOS. Ya es veterinario, en lo adelante su vida tendrá un sólo objetivo al que se dedicará en cuerpo y alma “LA REVOLUCIÓN”.

El sábado 20 de abril de 1957 pudo ser una fecha más en la cotidianidad de La Habana de entonces, si la masacre cometida al atardecer de ese día no hubiera estremecido de dolor al pueblo y enlutado el corazón de la familia cubana. Habían transcurrido solamente 39 días del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, donde un grupo de valerosos combatientes clandes­tinos trató de ajusticiar al tirano Fulgencio Batista en su propia madriguera. La acción no tuvo el éxito esperado y algunos murieron en combate, otros fueron heridos y el reto se escondió en lugares de aparente seguridad, hasta que pudieran reiniciarse las actividades para derrocar al régimen imperante

Entre los sobrevivientes estaban los jóvenes José Machado Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, Fructuoso Rodríguez Pérez y Joe Westbrook Ro­sales, todos integrantes del Directorio Revolucionario, quienes se ocultaban en el edificio marcado con el número 7 en la calle Humboldt de la capital cubana. La cobarde delación de un antiguo participante en la lucha, llevo hasta el lugar a los esbirros de la tiranía de Batista, deseosos de venganza, y ahí cayeron abatidos los valerosos luchadores.

Vecinos que residían en los alrededores aún recuerdan que un jefe poli­ciaco y sus secuaces empezaron a romper violentamente, con las culatas de sus armas, la puerta del apartamento donde estaban los jóvenes revoluciona­rios. Sobre esos hechos, un combatiente de la época, participante en el asalto a Radio Reloj el 13 de marzo de 1957, Enrique Rodríguez Loeches, declaró: … “Joe llegó al apartamento de abajo y pidió a la inquilina que lo dejara estar en la sala como si fuera una visita. Poco después tocaron a la puerta y él abrió. Fue reconocido por los sicarios y aunque ella suplicó por la vida del joven, este apenas caminó unos pasos, cuando una ráfaga de ametralladora segó su vida, tenía poco más de veinte años”.

Luego se refirió a Juan Pedro Carbó Serviá, cuando dijo: “Carbó se di­rigió al elevador, pero fue interceptado poco antes de llegar y ametrallado a boca de jarro de forma inmisericorde. Todo su rostro y su cuerpo quedaron acribillados a balazos”. El joven combatiente Rodríguez Loeches continuó su testimonio y señaló: “Machadito y Fructuoso se lanzaron por una ventana hacia la planta baja. Cayeron en un pasadizo tan largo y estrecho que perte­necía a una agencia de automóviles. Al final había una verja con un candado que les impedía la salida. Como el lugar desde el que cayeron era demasia­do alto, Fructuoso yacía inconsciente en el suelo, mientras Machadito hacia esfuerzos supremos por levantarse sin lograrlo, pues se había fracturado los dos tobillos. Los sicarios introdujeron una ametralladora entre los barrotes y ambos luchadores fueron rematados a balazos.

Un día después de los sucesos de Humboldt 7, exhuman el cuerpo de Juan Pedro Carbó Serviá en la Necrópolis de Colón. Sus restos mortales descansan desde ese día en el Panteón de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria, patrimonio de la medicina veterinaria desde 1927.

Médico Veterinario graduado con una trayectoria revolucionaria, entrega, coraje y fidelidad a la revolución, fue asesinado vilmente por la tiranía de Batista, por ello es símbolo de entrega, fidelidad y compromiso de la profesión y la veterinaria cubana. 

 


Juan Pedro Carbó Servia, doctor en Medicina Veterinaria al lado de José A. Echevarría, entre otros.

 

Comentarios

  1. Decididamente tenían un valor inmenso. Enfrentar una tirania literalmente asesina. Los recordaremos siempre.

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  2. La juventud valerosa se impuso. Los jóvenes, el motor para la transformación de la sociedad.❤🇨🇺❤

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